habían marchado. Apenas entró fue a buscar sus herramientas de trabajo.
Lo primero que hacía era barrer y aspirar, luego pasaba la estopa, limpiaba
los baños, los vestidores, era una tienda de ropas y debía quedar
Impecable para cuando la abrieran por la mañana.
Trabajar allí era todo un dilema para Aníbal, ganaba bien y era relativamente
sencillo, pero por la noche la tienda era un lugar atemorizante, donde
sucedían cosas inexplicables y aterradoras, Aníbal trataba de renunciar pero
sabía que al ser un hombre sin estudios ni oficio, conseguir otro trabajo donde
ganara igual sueldo sería muy difícil para él.
Estuvo a punto de renunciar después de una noche terrible, en donde vio
moverse un vestido que estaba sobre una mesa; levantaba y bajaba las
mangas y estaba inflado como si adentro de el hubiera un cuerpo.
Hacía barias noches que la tienda estaba tranquila, pero Aníbal no se
confiaba, sabía que allí había algo, y no era nada bueno.
Estaba por terminar la limpieza cuando vio una pila de cajas de zapatos,
sobre ellas una hoja de papel escrita con letras grandes, en ella decía:
“Guardar estas cajas en el depósito. Gracias”
El depósito era el lugar mas “ruidoso” de la tienda, Aníbal le tenía pavor.
Allí guardaban los maniquíes, y cada vez que entraba le parecía que lo
Seguían con la mirada.
Dejó las cajas frente a la puerta, la abrió y encendió la luz lo más rápido
que pudo, volvió a levantar las cajas y entró. Los maniquíes estaban
volteados hacia la puerta, nuevamente le pareció que lo observaban.
Corrían hilos de sudor por su cara, la camisa estaba empapada debajo de
los brazos. Estaba por llegar a los estantes cuando se apagó la luz y escuchó
como la puerta se cerraba con violencia.
Lo envolvió una oscuridad asfixiante, sacó el encendedor que cargaba en el
bolsillo y avanzó adelantando la débil llama. Buscó la puerta y la encontró,
pero delante de ella estaban los maniquíes, habían caminado hasta allí.
Se miraban las manos y giraban sus cabezas lentamente, dirigieron sus
horribles ojos hacia Aníbal y comenzaron a abrir sus bocas.
Cuando abrieron la tienda lo encontraron muerto en el depósito, estaba
horriblemente pálido, y por la mueca de su rostro parecía haber muerto
de miedo.
2 comentarios:
Diana a estado muy chulo el cuento
me a dado escalofrio leerlo
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